3 anécdotas

Las 3 de hace tiempo, una muy desagradable, otra también desagradable pero sobre todo sorprendente y la tercera agradable.

La primera fue este verano en una reunión profesional, no me acuerdo de qué estábamos hablando exactamente cuando uno de mis "queridísimos" compañeros soltó que ahora está de moda ser gay, que de repente todo el mundo decide cambiar de acera y que al final va a haber más homosexuales que heterosexuales, de forma que para diferenciarse ellos van a tener que llevar un cartel a la espalda avisando de que no son maricas. Me quedé callada porque había mucha gente pero me entraron ganas de agarrarle del cuello, de decirle que igual no estaba de moda cambiar de acera sino que los que toda la vida hemos sido de la otra acera por fin perdemos el miedo a verbalizarlo viendo algo de tolerancia (no la suya), me dieron ganas de levantarme y largarme de ahí no sin antes decirle que ojalá su querido niño le saliese maricón y así tuviese la suerte de enfrentarse a su homofobia y comprobar que ni es una moda ni mucho menos un problema. Pero me callé. Salí de la reunión cansada y con dolor de cabeza porque se habían tratado muchos temas y hacía mucho calor, pero sobre todo salí con la sangre hirviendo en las venas y con ganas de darme la vuelta y volver a decirle todo. Cada vez que le veo me vuelven a entrar ganas, no descarto soltárselo un día.

Ahora la que más que nada me sorprendió, fue también este verano. Mes de agosto, volvía a casa al mediodía en la bici con un sol de justicia, no había casi nadie por la calle y empecé a oír gritos, me giré y ví a un desequilibrado avanzando a trompicones, llevaba sólo un pantalón corto (ni camisa ni zapatos) voceaba y aporreaba los portales, se había bebido hasta el agua de los floreros y cuando me vio pasar se me quedó mirando y gritó lo siguiente: tú, sí, tú, tortillera, que te gustan las tías, claro, como a mí, es que están muy buenas.
Por un momento me quedé paralizada y luego salí pitando, las dos o tres personas que pasaban por la calle supongo que me mirarían. Fue desagradable pero sobre todo sorprendente porque si los borrachos siempre dicen la verdad quiere decir que se me nota un poco mucho, que igual todo el mundo piensa lo mismo pero para vocearlo necesitan 5 güisquis. Cuando llegué a casa llamé a la policía, no por lo que me voceó sino porque estaba metiéndole unas patadas a las puertas que no eran ni medio normales y los del 091 me dieron las gracias, llevaban buscándole una hora y no había forma de dar con él.

Y la tercera, está sí que fue agradable. No sé si os acordais de un concurso que dieron en TVE hace 3 o 4 años, se llamaba Identity y consistía en adivinar datos de gente, en el plató había 12 personas y con una lista de 12 identidades el concursante tenía que decidir cuál correspondía a cada uno, tirando de la intuición y de una serie de pistas y comodines. Un día salió una tía que según la ví me hizo saltar el radar, fijo que si se la cruza el borracho de la otra anécdota le chilla lo mismo que a mí. Su identidad secreta era directora de cine así que rápidamente rastreé en google y BINGO, activista de toda la vida y cotilleando su filmografía encontré este corto, si teneis 9 minutos y pico no os lo perdais, me encantó en su momento y anoche lo volví a ver y decidí que ya tenía post para hoy



Me encanta el rodaje en B/N y la sencillez, la inseguridad y el miedo de la morena, cómo meté la pata por los nervios pero luego reconoce su miedo y lo arregla. Me sentí muy reflejada en muchos aspectos, me encantó.